Estando en la peluquería me llamaron para una visita con el traumatólogo, al colgar hice un par de comentarios al respecto y la peluquera, a la que conozco desde años, empezó a quejarse de lo que pagaba de autónomos, de la cantidad de horas que trabajaba. Para directamente pasar a quejarse de “las paguitas a gente que no lo necesita”, “porque hay gente que podría vender cupones( esto claramente iba por mí)”. Lo iba diciendo mientras me lavaba la cabeza y yo en silencio. Me sentía horriblemente por dentro y pensé “¿por qué siempre tengo que callar?”, “si tu supieras de mi asquerosa vida, sabrías que yo me cambiaría por tí”. “Te doy mi pensión y mi asquerosa vida, una vida llena de dolor, tanto físico como emocional. Tú me has visto venir con bastones. Has visto cómo a lo largo de los años, he ido perdiendo movilidad a pasos agigantados. No llego a la cincuentena, me duele todo el cuerpo por la atrofia muscular. Llevo unos días que incluso no puedo escribir porque las manos me duelen al moverlas. Necesito ayuda para las labores más simples de casa. Y lo peor de todo es la soledad, no sé lo que es tener amigas y quedar con ellas para ir a comprar o a dar un paseo. Llevo años sola, sin tener nadie con quien hablar, nadie, salvo unos familiares lejanos, muy mayores, a los que veo una vez al año por Navidad”.
Al acabar tuvo que ayudarme a ir del lavacabezas a la silla, es lo que hay. La miré y le dije “¿sabes?, mi tía siempre dice que en lugares públicos solo hay que hablar del tiempo”, evidentemente se dió por aludida y me respondió, “sí, tienes razón, mejor solo hablar del tiempo”.
Firmado: “La inocencia que se perdió por el camino”.


