El final del acoso escolar en EGB y principio de “Bullying” en el instituto.
Corría el año 1987, yo tenía 13 años y estaba cursando el último curso de EGB (Educación General Básica). El último curso era el octavo y recuerdo el día que nos despedimos de nuestros amigos y compañeros de clase. Los cursos se dividían en dos clases o aulas, la “A” y la “B”, estaba una clase enfrente de la otra, cada una con un tutor o tutora. Creo recordar que la mía en octavo fue la “A”.
En la despedida, en voz alta, preguntaron alumno por alumno, qué íbamos a estudiar al acabar el colegio, si haríamos Formación Profesional o Bachillerato. Éramos unos treinta por clase. Vale decir que a mí me ponían siempre detrás, en todos los cursos, bueno, no es del todo cierto, porque los primeros años me sentaba delante, ya que nos colocaban por orden alfabético y mi primer apellido empieza por una de las primeras letras del abecedario.
La cuestión es que con la tutora de octavo, era una de las profesoras, con las que mejor me llevaba. Curioso, teniendo en cuenta que impartía ciencias (matemáticas y ciencias naturales) las cuales, tenía atravesadas. Ya quedó dicho que yo era un estudiante mediocre, pero las humanidades se me daban bien, sobre todo ciencias sociales, música y literatura. También en castellano, por aquello que es más fácil de escribir, aunque mi lengua materna es el catalán. Dicho esto y sin querer meterme en jardines, que aquí no corresponden. La tutora era muy amable, de voz dulce y cálida, físicamente alta, cara alargada y pelo largo y castaño. Siempre vestía con falda larga y de manera sencilla.
Cuando llegó a mí, me preguntó interesada: “¿y tú?”, “¿X?”, “¿qué tienes pensado hacer?”. Yo le respondí de manera segura, como pocas veces, “voy a estudiar FP, con la intención de ser mecánico, ya que mi hermano lo és”. Ella de golpe cambió la expresión, se me quedó mirando unos segundos, mientras yo empezaba a sentirme incómodo. Hizo una mueca que no sabría descifrar qué significaba, pero en todo caso, parece que no le entusiasmó. Se puso las manos en la espalda y me dijo “ah, muy bien X”, se dió la vuelta rápidamente y continuó con la siguiente alumna a la que prestó más atención.
Yo tenía claro lo que quería hacer, pero a partir de entonces, tuve, como una especie de presentimiento, de que algo no iba bien.
Anónimo