Mi nombre es “X”, es un pseudónimo que uso porque nací en 1973 (conocida como la generación X).
Mi historia no tiene nada de especial. Simplemente me pasó a mí, como le podía haber pasado a cualquier persona diagnosticada.
Nací en una familia humilde, soy el pequeño de cuatro hermanos.
Mi madre no trabajaba, ya que tenía que cuidar de nosotros cuatro y llevar la casa. Tareas, que he podido comprobar en mis carnes, eso sí, a pequeña escala, que no resultan fáciles.
Por si fuera poco, en sus ratos libres, realizaba trabajos de planchado y cosido, para
vecinas y conocidas que se podían permitir ese pequeño “lujo”.
Mi padre trabajaba como peón en una fundición y hacía de agricultor los fines de semana
para sacar a la familia adelante. Es un hombre muy trabajador y orgulloso, con un pasado
familiar amargo, que nos ocultaba. Nació en plena guerra civil en 1938 y mi madre en 1936, al poco de empezar la guerra.
La relación con mi madre era de luz, alegría, apoyo, amor y comprensión, siempre estaba
alegre, pese a las penurias que pasábamos. Recuerdo que era una mujer sencilla, sensible, pero elegante al vestir.
La relación con mi padre era totalmente contraria: oscuridad, amargura, desprecio y
sobretodo temor, mucho temor. Veía a mi madre como un ser de luz, que me protegía de mi padre, al que veía como una especie de gigante invulnerable.
Uno de mis primeros recuerdos, es estar durmiendo en una cuna azul de madera, en la
habitación de mis padres. Recuerdo a mi padre gritando a mi madre. Me desperté llorando,
mi madre se levantó de la cama y empezó a gritarle porque me había despertado por su culpa.
Esa fue la primera de las discusiones, que yo recuerdo, que convirtieron mi infancia en un infierno.
Anónimo