El sentimiento de culpa es muy amplio. Por ello escribo de la culpa desde mi misma, pero también desde los diferentes contextos en que la he sentido y sigo sintiéndola.
La culpa se suele situar en el centro de los malestares que rondan a nuestro alrededor. La sociedad en la que vivimos nos dicta que ya somos culpables incluso antes de nacer, puesto que necesitamos participar en un rito para ser perdonados. Si no participas, a tu muerte vas al infierno, independientemente de tus acciones respecto a otras personas en ésta vida. Nacemos con la culpa impuesta, somos culpables por algo que hicieron nuestros antepasados, lo llevamos en nuestro interior y debemos pedir perdón por ello. Somos culpables de lo que pensamos, somos culpables de lo que sentimos, somos culpables de nuestras acciones, somos culpables de lo que no hacemos. Resumiendo, somos culpables de todo, por todo y en todo momento. Ese sentimiento de culpa muchas veces nos acompaña sin saber de dónde viene, está instalado en nuestra sociedad de forma tan habitual, que no tan sólo la hemos normalizado, sino que además no somos capaces de verla, puesto que vivimos sumergidos en ella.
Estoy viendo las noticias y no puedo evitar sentirme culpable de todas las desgracias que ocurren en el mundo. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo es posible que asuma las acciones de otros como responsabilidad mía?
Durante muchos años me sentí culpable de los abusos sufridos, impidiendo hacerlos visibles, y la justicia tampoco ayuda, puesto que parte de la certeza de que los niños permitimos el abuso llegando a propiciarlo. Me autoculpe durante mucho tiempo, me autoculpe de no haber dicho nada, me autoculpe de haberlo permitido aunque tuviera tan
solo 5 años cuando empezó todo. Me autoculpe y me autoavergoncé del daño sufrido. Sentía que me dolía el alma de tanto sufrimiento.
Rosa García, alias Chica Asteri



